Mi mamá me enseñó a escribir mi nombre en una hoja blanca con lápices de colores. Cada letra un color diferente: siete letras grandes y deformes, casi inentendibles, siete colores.
Una y otra vez me hacía repetir esas letras en el papel.
Más tarde se agregaron otras: una M seguida de una A, y ella sonreía.
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Detrás de ese arco iris me esperaban cantidades de historias, personajes y aventuras; realidades y fantasías.
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Así, de la mano de mi MAMÁ, comencé a recorrer éste camino; pero no iba a ser la única compañía que tendría en éste viaje hacia la literatura...
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